En la cola del supermercado, a la salida del cole, en el metro, en el restaurante… Seguro que alguna vez has visto a un niño llorando, tirándose al suelo y pataleando.
Se trata de una rabieta infantil, una escena muy típica y por la que pasan casi todas las familias con niños pequeños en más de una ocasión. Son situaciones frustrantes e irritantes en la que sufren tanto padres como hijos. Por eso siempre es bueno saber cómo gestionar las rabietas de los niños.
Las rabietas son habituales en la infancia, pero con algunos recursos muy sencillos es posible gestionarlas. En este artículo vamos a hablar sobre qué son las rabietas, cómo gestionarlas y… ¡prevenirlas!
¿Qué es una rabieta infantil?
Cuando un niño está en plena rabieta ni el menor controla sus emociones… ¡y probablemente tú tampoco!
Una rabieta es una explosión de emociones que los más pequeños no saben cómo gestionar porque no saben expresar con sus propias palabras qué les molesta o cómo se sienten. Por eso es tan importante que los padres sí que puedan controlar sus emociones y, en vez de enfadarse, tengan las herramientas necesarias para comprender y apoyar al menor.
La rabieta se manifiesta con una serie de actuaciones físicas y emocionales como pueden ser la rabia o la frustración y también llantos o gritos. También es habitual que el menor se tire al suelo y patalee o eche a correr.
Cada niño es un mundo y cada rabieta puede tener un origen diferente, pero, por norma general, las rabietas pueden estar relacionadas con:
- Frustración o incomprensión por parte del niño, que no sabe responder al malestar que siente.
- Un intento de demostrar más independencia y autonomía o para manipular a los adultos para conseguir su objetivo.
Sabiendo cómo afrontar las rabietas es posible controlar la situación y que el niño se sienta tranquilo y seguro, logrando que ese mal rato pase mucho más rápido para todos.
Controlar rabietas de niños entre 1 y 4 años
A esta edad, los pequeños no han desarrollado sus habilidades de afrontamiento. Suele darles una pataleta porque no pueden expresar lo que sienten o no consiguen lo que quieren.
Cuando tienen entre 1 y 2 años, aún no han desarrollado las habilidades lingüísticas y la rabieta es su forma de comunicar alguna necesidad básica que tienen.
Entre los 3 y 4 años, ya tienen más autonomía y saben lo que quieren y cuáles son sus necesidades. Por eso, las rabietas de un niño de esta edad es una forma de pedir respeto y mostrar que toman sus propias decisiones.
A medida que el menor se hace mayor y aprende a entender y gestionar sus emociones, las rabietas van desapareciendo. Así, lo más habitual es que a partir de los 5 años se reduzcan o incluso desaparezcan.
En todo caso, es importante que los padres entiendan que las rabietas forman parte del desarrollo y aprendizaje durante la infancia. Y que, poco a poco, los hijos aprenderán a tolerar la frustración y regular sus emociones. De hecho, no todos los menores tienen rabietas, pero también existen las rabietas extremas en niños.
¿Cómo gestionar las rabietas infantiles?
En la mayoría de ocasiones, los padres lo pasan tan mal como los niños ante una rabieta infantil. Se enfadan y gritan o se quedan paralizados porque no entienden qué ha pasado y por qué. Por eso queremos compartir contigo algunas pautas básicas muy útiles para resolver este tipo de conflictos durante la infancia.
No se grita ni se pega
Gritar o pegar a un niño no logrará que se tranquilice o ponerle freno a la rabieta. Al contrario, le confundirá y le generará un mayor malestar. Recuerda que, dependiendo de la edad, solo está intentando comunicar algo que no le gusta y no es capaz de gestionar sus emociones.
Lo que puedes hacer es estar cerca y explicarle que con esa actitud no podemos entenderle y que cuando se calme y se comporte correctamente podremos hablar. En este punto, es de vital importancia ser firme porque si cedemos, el menor puede aprender una forma de manipularnos y optar por la rabieta cada vez que quiera conseguir algo.
Vigilar la rabieta
Hay que tratar la rabieta con calma y sin adoptar una actitud negativa, pero es importante proteger al momento durante este momento de confusión y conflicto para que no se haga daño a sí mismo.
Ignorar la rabieta
Otro tipo de estrategia para afrontar las pataletas es… ignorarlas. Pero, ojo, no hablamos de ignorar a tu hijo, sino su comportamiento. Cuando se relaje necesitará que estés ahí para ayudarle a sentirse mejor.
En este sentido, es importante dejarles claro cuáles son los límites y qué comportamiento esperamos. De esta forma, una vez superada la rabieta podremos trabajar para enseñarle a expresar sus emociones positivas y negativas, reconocerlas y comunicarlas de una forma adecuada
Déjale espacio y averigua qué le pasa
Hay muchos menores que cuando sufren una pataleta necesitan estar solos y tener espacio para calmarse y volver a la tranquilidad. Déjale el espacio y el tiempo que necesite, pero siempre vigilando que no pueda hacerse daño con nada que haya a su alrededor.
Además, si es una rabieta emocional, intenta averiguar qué le sucede. Es posible que tenga hambre, que no se sienta cómodo en un lugar, que no le guste la ropa que lleva o que tenga miedo a la oscuridad o a subirse en el coche. Averigua qué le pasa para conseguir que se relaje.
Dependiendo del niño, si no reclama espacio y autonomía para asumir su rabieta, también es aconsejable abrazarle. Así le demuestras que no estás enfadado por su mal comportamiento y te tiene a su lado para ayudarle.
No juzgar
Independientemente de la conducta del niño, es importante no atacar su personalidad, sino valorar su comportamiento. Por ejemplo: Si en plena rabieta empieza a tirar cosas al suelo o pegarte, no hay que decirle “eres malo” sino “pegar a mamá o papá no está bien”. De esta forma no se sentirá atacado y se le está ayudando a entender que esa actitud no es la correcta.
Una vez que se ha terminado la rabieta…
…Es el momento del verdadero aprendizaje por parte del niño. Hablad de lo sucedido, aceptando y poniendo nombre a sus emociones. Que el niño aprenda a expresar cómo se siente es el primer paso para ir abandonando las rabietas.
Además, también puedes ofrecerle formas alternativas de gestionar su frustración y enfado. Explícale también cuáles son las normas y por qué motivos su comportamiento no ha sido el correcto.
Pero no todo tiene que ser necesariamente negativo. Recuérdale todo lo que hace bien como forma de dar un refuerzo positivo. Tampoco muestres enfado o rencor, es una manera de enseñarle a pedir perdón y que tampoco sea un adulto rencoroso en el futuro.
Prevenir las rabietas
Todos estos consejos para saber cómo gestionar las rabietas de los niños te ayudarán en la próxima pataleta de tu hijo. Sin embargo, aunque hay rabietas que son inevitables, es posible prevenirlas. ¿Cómo?
- Anticípate. La rutina es una forma de proporcionar seguridad a los niños. Contándoles qué vamos a hacer logramos que entiendan lo que sucede y evitar posibles rabietas inesperadas.
- Que duerma las horas suficientes. Dormir es muy importante para todo el mundo. Si los adultos a veces estamos de mal humor o irritables cuando dormimos poco… los niños también. Asegúrate de que tu hijo duerme todo lo que necesita.
- Practicar deporte o hacer alguna actividad física les ayuda a desahogarse y liberar energías.
- Sé firme con unas normas de comportamiento básicas. Sin amenazas ni castigos, establece unas normas y hazle saber qué se espera de su actitud, lo que es aceptable y lo que no. Pero… Sé flexible. A veces un “no” no vale por respuesta. Escúchale y considera lo que te pide o necesita e intenta explicar y razonar el porqué de tu decisión.
- Refuerzo positivo: Es mejor que el castigo. Demuéstrale que sabes que hace cosas bien, escúchale, pasa tiempo con tu hijo y haz que se sienta valorado. De esta forma, aprenderá a comunicarse mejor y controlar sus emociones.
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¿Y qué pasa con los padres?
La teoría es muy sencilla, pero la práctica es más compleja. Si la pataleta te coincide con un mal día de trabajo, un momento de estrés o en pleno supermercado y haciendo mil tareas a la vez… Controlar nuestras emociones y no perder los nervios será difícil.
En cualquier caso, respira hondo. Sé positivo y entiende la rabieta como una oportunidad de aprendizaje emocional para tu hijo y para ti. Muestra empatía para que también el menor aprenda a tenerla contigo.
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