Nuestra forma de ser como adultos, cómo actuamos o nos relacionamos con otras personas o incluso nuestra manera de gestionar las emociones, son aspectos que están ligados a nuestros primeros años de vida y el tipo de apego que desarrollamos con nuestros padres o principales cuidadores.
En este artículo queremos hablaros sobre los diferentes tipos de apego emocional, sus características e implicaciones psicológicas. Sigue leyendo para saber más sobre la teoría del apego de John Bowlby.
¿Qué es el apego?
La teoría del apego fue desarrollada por Jon Bowlby, aunque también otros estudiosos como Freud o Mary Ainsworth reflexionaron sobre los diferentes estilos de apego.
¿Pero a qué nos referimos cuando hablamos de apego? ¿Es bueno? ¿Es malo?
Podemos definir el apego como el vínculo afectivo que establece una persona en los primeros momentos de su vida con su principal cuidador, que lo más habitual es que sea la madre. Así, el apego garantiza el cuidado pero también interfiere en el desarrollo psicológico y la personalidad. Por ello, existen diferentes tipos de apego en función de cómo ha sido la relación con el cuidador principal.
El apego según Bowlby
En 1960 John Bowlby formuló la teoría del apego después de estudiar durante largo tiempo cómo era la relación entre los hijos y sus madres. Así, el psiquiatra llegó a la conclusión de que el vínculo entre cuidador e hijo influía no sólo en la resiliencia de los menores, también en su forma de actuar y su desarrollo emocional.
Se considera tan importante el vínculo de los hijos con sus progenitores durante los primeros años de vida porque marcará su personalidad adulta, especialmente si hablamos de relaciones con parejas u otras amistades, es decir, en relaciones de larga duración.
Características del apego
Siguiendo todo lo aprendido con el artífice de la teoría del apego, existen cuatro características relacionadas con este vínculo entre madre e hijo:
La necesidad o deseo de estar cerca de las personas con las que hemos creado un vínculo de apego.
El refugio seguro es una característica que nos habla de cómo la figura del apego es un lugar al que regresas siempre porque nos aporta seguridad y comodidad frente a una situación de amenaza o miedo.
La base segura hace referencia a ese pilar base a partir de que el niño explora el entorno.
Cuando falta una figura de apego los niños sienten angustia por separación.
También es importante en este contexto mencionar otras tres ideas básicas para entender la importancia del apego en los primeros años de vida y en la adultez:
- Los niños que se crían con la confianza y la seguridad de que siempre tienen disponible a un cuidador experimentan menos miedo.
- Las expectativas que se generan en los primeros años de infancia respecto a la confianza en el cuidador permanecen el resto de la vida de la persona. Si es una persona cuyo cuidador a veces le desentendió, probablemente de mayor será un adulto desconfiado.
- Las expectativas que tienen los niños en relación a la figura de apego responde a la experiencia. Estas expectativas de cuidado se desarrollan porque en el pasado experimentaron que los cuidadores respondían a sus necesidades.
Por todo lo mencionado, Bowlby sostiene que el apego es muy relevante en la vida de las personas porque influye también en nuestra autoestima, en cómo gestionamos y controlamos nuestras emociones, etc. Así, el experto observó que existen cuatro tipos de apego emocional según Bowlby: seguro, evitativo, ansioso o desorganizado.
Apego seguro
El niño tiene la certeza que el cuidador no le fallará. Además se siente aceptado, protegido, amado y valorado. Este apego surge fruto de la constancia del cuidador en dar al niño lo que necesita, más allá de la alimentación y el aseo. Es decir, la figura del cuidador también es atenta, juega y se comunica con el bebé.
Un niño con apego seguro es activo, confiado y está en sintonía con la figura de apego. De hecho, se enfada cuando el cuidador se va y está feliz cuando vuelve. Además, tienen facilidad para unirse íntimamente a otras personas y no les da miedo el abandono, se pueden separar de los padres, etc. Por todo ello, el niño criado con apego seguro será un adulto independiente, con buenos vínculos afectivos, buena autoestima, con capacidad para mantener relaciones de larga duración, etc.
Apego evitativo
El apego evitativo se caracteriza durante la infancia por evitar a los padres tras un periodo de ausencia de los mismos. En este tipo de apego infantil, aunque el niño no rechaza la atención de los padres, tampoco busca el contacto con ellos ni su consuelo.
Este apego se produce en el caso de niños cuyos cuidadores no le han proporcionado la seguridad suficiente, provocando que el menor se distancie emocionalmente. De hecho, son niños que no suelen llorar cuando la figura de apego se separa e incluso evitan el contacto. Sin embargo, esta supuesta “independencia” de los padres realmente esconde un menor que sufre, no se siente valorado, se estresa y le provoca problemas a la hora de intimar y relacionarse con otras personas en la edad adulta.
Un adulto con apego evitativo tampoco se emociona con las relaciones románticas o sociales, evita la intimidad, y es una persona más propensa a tener relaciones sexuales ocasionales, pero también se angustia mucho cuando finaliza una relación y siente miedo de que su pareja no le quiera.
Se trata de un apego poco común y está indiscutiblemente ligado a una baja disponibilidad de la figura del cuidador durante la infancia.
Apego ansioso
Este tipo de apego también es conocido como ambivalente y se caracteriza porque el menor muestra emociones y sentimientos contrapuestos, lo que le genera mucha angustia.
Los niños que sufren un apego ansioso desconfían de sus cuidadores y se sienten inseguros constantemente porque la figura cuidadora a veces está y a veces no. Esta falta de constancia en los cuidados, como decíamos, provoca inseguridad en la criatura, que siente un gran miedo y angustia ante las separaciones, además de problemas para calmarse cuando regresa el cuidador.
Son menores que además de necesitar la aprobación de sus progenitores también están en una situación de vigilancia constante porque piensan que pueden ser abandonados y, por lo tanto, no están relajados a la hora de relacionarse con el entorno y no pueden alejarse mucho del cuidador. Esto se traduce en que de mayor, el niño con apego ansioso tendrá temor a que su pareja realmente no le quiera, esperará más intimidad de la que le ofrece, es decir, será un adulto dependiente emocionalmente.
Apego desorganizado
Este tipo de apego es una mezcla entre los dos anteriores, por lo que el niño muestra actitudes tan contradictorias como inadecuadas ya que existe una carencia total y absoluta de apego por parte de los progenitores o cuidadores principales.
Si en el apego seguro, que es la versión totalmente opuesta al desorganizado, el cuidado por parte de la figura de apego era constante, aquí la constancia se encuentra en una actitud negligente por parte de los progenitores. Son casos muy concretos de, por ejemplo, abandono temprano, que provocan que el niño pierda la confianza en su cuidador.
Los niños que se han criado con un apego desorganizado tienen conductas inadecuadas y explosivas, son impulsivos y tienen problemas para entenderse no solo con sus cuidadores, también con otras personas de su entorno. De hecho, fruto de esta dificultad, no saben intimar y les cuesta gestionar sus emociones, por las que suelen sentirse desbordados.
A menudo, el adulto con un apego desorganizado es una persona con mucha ira y frustración por dentro, que anhela las relaciones pero parece que las rechaza y no se siente querido. Sus relaciones suelen ser breves y volátiles.
Si tienes dudas sobre el tipo de apego que siente tu hijo o eres un adulto consciente de que sufres un apego negativo y necesitas sentirte mejor, la terapia psicológica puede ayudarte a mejorar tus relaciones sociales y conseguir más calidad de vida, creando nuevos vínculos de apego a través de una relación sana con tu pareja, con tus amistades más cercanas y seres más queridos.