El mal hábito de comernos las emociones

¿Alguna vez te has parado a pensar porqué comes de forma impulsiva y sin control?, Aunque no lo creas, esto es más habitual de lo que parece.

A este fenómeno le llamamos hambre emocional”.

Y es que, a veces, nos vemos envueltos en situaciones que no sabemos gestionar de la forma más adaptativa posible, generando así una serie de consecuencias negativas a largo plazo, tanto físicas como psicológicas.

Expliquemos qué nos pasa y para qué lo hacemos:

Nos encontramos en una era en la que vamos deprisa y corriendo a todos lados, donde ni siquiera nos paramos a escuchar nuestras emociones y ver qué nos están queriendo decir.

En la sociedad en la que vivimos, en ocasiones, parece estar mal visto expresar ciertas emociones; por lo que acabamos inhibiéndolas y arrinconándolas. Generalmente nos ocurre con emociones que catalogamos como “malas” y que nos resultan desagradables. Sin embargo, esto es un grave error.

Sabemos que las emociones cumplen una función importante en la vida de un ser humano. Todas las emociones, tanto las placenteras como  aquellas que más nos incomodan, son relevantes y nos advierten de ciertos aspectos que debemos tener en cuenta y saber solventar. [en posteriores artículos hablaremos de la función que cumplen las emociones].

Lejos de tenerlas en cuenta, generalmente miramos hacia otro lado. Sin embargo, estamos consiguiendo que emerjan con más fuerza, puesto que no las dejamos estar. Al reprimirlas, la función que deberían ejercer sobre nosotros, no se lleva a cabo; realizando una mala gestión de las mismas. Todo ello nos genera un malestar interno que lo pagamos con la comida a modo de consuelo.

Al ingerir alimentos estamos segregando dopamina, hormona del placer, por tanto, la comida tiene una función compensatoria, actuando como analgésico, como “calmante emocional”.

Entendiendo esto, no resulta extraño extrapolar el hábito de comer de forma descontrolada cuando sentimos cualquier emoción. Por tanto, usaremos la comida para todo:

  • Para disminuir nuestro malestar.
  • Para castigarnos.
  • Para consolarnos.
  • Para entretenernos.
  • Para premiarnos.

Acaba convirtiéndose en la única herramienta para gestionar nuestras emociones. Y, no solo nos genera consecuencias psicológicas; sino también fisiológicas (sobrepeso, diabetes…). Llegando a un punto en el que solo pensamos en comida.

No es sorprendente ver que, cuando no somos capaces de gestionar nuestras emociones, acudamos a la comida para disminuir nuestro malestar. Si lo pensamos, la única forma que tenemos de relacionarnos cuando nacemos es comiendo, amamantando.

Quizá es hora de prestar atención a nuestras emociones, dejándolas estar de manera que no sean ellas quienes nos controlen.

Irene Garrido Ciruela
Psicóloga Sanitaria
Nº Col.: M-32382

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